Seguimos la lista de cómics imprescindibles desde mi punto de vista (un punto de vista parcial, sesgado, miope, pero también sincero). Insistiré en que aparte de no tener ninguna intención de sentar cátedra alguna, tampoco voy a descubrir nada, hablaré de obras bastante conocidas, ya habrá otra ocasión para hablar de cómics interesantes pero menos exitosos.
Seguro que habla del trepamuros. Debería hacerlo.
Si el otro día hablamos de Tintín, Watchmen y Goscinny hoy empezaré por algo más cercano, empezaremos por uno de esos tebeos de la factoría Bruguera que marcó la infancia de unos cuantos, y no estoy hablando ni de Mortadelo ni de Zipi y Zape por lo que el lector avispado deducirá que…
- Humor
SUPERLÓPEZ (Jan)
Superlópez es el tebeo más divertido que leí de niño. Cuando era un crío disfrutaba mucho con Mortadelo y Zipi Zape, pero había unos tebeos de la colección Olé que eran muy preciados, cuando llegaban al quiosco volaban, yo siempre acudía con la esperanza de encontrarme alguno… En el kiosco Celia siempre había Mortadelos, de esos siempre te encontrabas alguno, pero no siempre había Superlópez, ¿por qué? Pues porque eran los mejores.
Para hablar de Superlópez retrocederé hasta la época Bruguera. De hecho será mi excusa para hacer memoria histórica, para hablar de Bruguera, una edad dorada para el autor español de tebeos, nunca se ha publicado tanto tebeo patrio como en esa época (y no se volverá a publicar, está claro), vale, se publicaba mal, se esclavizaba al autor al mismo tiempo que se expoliaban sus derechos, se imponían unas premisas para los guiones que acabarían llamándose “la marca de la casa”, pero en definitiva, que es lo que cuenta, te publicaban, y lo que es mejor… Te pagaban por ello. Así vimos como autores se ganaron un puesto y aprendieron un oficio dibujando páginas y páginas y más páginas… Hoy en día para publicar tienes que ser la puta polla, poner tú el dinero y el riesgo, o bien tener padrinos… Entonces era distinto, tú empezabas que ya aprenderás, no querían artistas, querían machacas, esclavos. En los cómics Bruguera he leído cosas realmente malas, pero también muy buenas porque la gente iba más quemada que la pipa de un indio, pero ahí había mucho saber hacer y mucho oficio.
Bruguera tenía un estilo muy acusado de hacer cómics. Sus reglas eran claras.
- Historias cortas. Las historias de Bruguera debían ser de 1, 2, 4, 6, u 8 páginas generalmente. Lo justo para que tuvieran su sitio dentro de las distintas revistas de la casa (Bruguelandia, Mortadelo, Zipi Zape, SuperMortadelo, SuperZipiZape, Tio Vivo… etc…). Era el formato natural de la época, las revistas como cajón desastre en el que podías encontrar desde una historieta de Mortadelo a una de Johan y Pirluit o la adaptación al cómic de una novela de Julio Verne.
(cuando hablas de ellas lo normal es oir…“jo! pues en mi casa
había un montón”, y así era… había un montón en todas las casas).
Nota.- se ve de refilón un Pumby, no, esa no es de Bruguera.
Con el tiempo se dieron cuenta que los álbumes Olé de 62 páginas de un material homogéneo tenían mucha salida y apostaron por hacer álbumes completos de sus personajes estrella, pero no dejaban de ser historias cortas engarzadas por un hilo conductor (cualquier lector habitual de Mortadelo puede dar fe de ello) de tal forma que podías separarlo para las revistas o pegarlo todo para un álbum Olé con lo que llamábamos “historias largas”, las más buscadas en los quioscos.
Pero seguimos con las premisas de los cómics Bruguera.
- Personajes de corte deprimente y/o desastroso (el famélico Carpanta, el perdedor Mortadelo, la chacha Petra que además era tartamuda, los cabrones Zipi Zape, la hija de perra de Doña Urraca, el inútil Profesor Tragacanto, el moroso autoficcionado Vázquez…), vamos, leer un tebeo de Bruguera era meterse en la miseria humana más absoluta. Había excepciones como el Capitán Trueno, Hazañas bélicas, el Jabato y todo eso… Lo que vendría a ser el género heroico patrio, pero cuando hablamos de humor en España nos reíamos de los más desgraciados (mientras en Francia utilizaban a Astérix para reírse de los demás, ya ves tú).
- Tortazos a tutiplén y persecución final (la palabra tutiplén es típicamente Brugueriana). Esa era otra constante del género, cuando llegabas ahí te decían, “tienes que dibujar más tortazos, los personajes tienen que caerse de más arriba, y al final debe haber una persecución, eso es lo que pide el público y eso es lo que vas a hacer”. Sin duda quien mejor captó el mensaje de las tortas fue Ibáñez, Mortadelo y Filemón se han llevado muchas más hostias que el niño de El Bola, hostias de todo tipo y de suma crueldad. Yo no sé que siente Ibáñez por sus personajes, pero eso no es amor.
- Calidad muy justita. La calidad del producto final era… Bueno… Era lo que era. Eran otros tiempos, el público era poco exigente por la falta de comparación, los tebeos eran sumamente baratos (no como ahora que son sumamente caros), las tiradas podían ser brutales pero no se cuidaba el producto. Las tipografías mecánicas eran horribles, pero en Bruguera se hacía así, incluso cuando trataban material extranjero como los Pitufos o Spiderman lo pasaban por su filtro chapucero dejándolo a veces irreconocible. Los colores los decidía un tío de la imprenta, o los indicaban con papel vegetal para hacer los fotolitos, era una chapuza absoluta, de hecho en Bruguera se consideraba que para llamar la atención del lector las páginas debían tener muchos y vivos colores. De tal forma que podías ver que en una página en la que no se movían los personajes de una misma habitación ésta iba cambiando de color viñeta a viñeta, ahora verde, ahora azul, ahora amarilla, y joder, ¡eso era lo normal! Y cualquier lector habitual veía errores graves de coloreado que ya ni te preocupaban, es que ni te inmutabas (mira, ahora Filemón y lleva pantalones blancos, ah, ya vuelven a ser rojos).
Si clicáis para ampliar se puede apreciar el color casi al azar y la
horrible rotulación mecánica (flaco favor le hacen al gran Schmidt)
Y todo este rollo es para hablar de Superlópez, pero joder, es que en este ambiente es donde desembarcó Jan, de hecho le encargaron un personaje para satirizar a Superman (Superman en ese momento era un auténtico pelotazo que justo empezaba a despuntar). Y lo hizo, creó a Superlópez, con un dibujo muy distinto al que conocemos, historietas mudas primero… Y luego historias cortas.
De hecho Superlópez no nació en Bruguera, nació para la editorial Euredit en 1973, y ya pasó a Bruguera en 1975.
Jan se lo tomó como un trabajo puramente alimenticio, sin alma. Los guiones no corrían a cargo del propio Jan si no a cargo de guionistas de la casa como Conti o Efepé, quienes tampoco es que pusieran muchas ganas en el producto. Era otra época y el personaje era muy distinto, casado, los poderes no eran innatos si no que se los daba el traje (o no, no había coherencia alguna); era un Superlópez triste, sin personalidad, un personaje Bruguera más, del montón. Las condiciones para los guiones que ponía Bruguera eran tan infames que entre el desentendimiento de Jan y que algunos guionistas ni firmaban sus trabajos… Pues os podéis imaginar, había tanta pasión en aquello como la que pueda tener un funcionario rellenando un formulario el día después de saber que le bajan el sueldo.
Pero Jan y Efepé (Francisco Pérez Navarro) se pusieron las pilas. Jan, que aparte de sordomudo era un tío que los tenía muy bien puestos, sabía lo que quería y a la mínima oportunidad que tuvo puso unas condiciones para dignificar su obra. El color de Superlópez lo haría él mismo, a mano; la rotulación la haría él también, a mano, pasando por alto las tristes rotulaciones mecánicas que no hacían más que joder el invento. Y los guiones… Ahí Pérez Navarro daría un salto de calidad (aunque faltaba el salto de calidad definitivo).
De golpe y porrazo Superlópez pasó a ser el mejor tebeo humorístico de la escuela Bruguera, simplemente haciendo bien las cosas. Los tres primeros álbumes del nuevo Superlópez sentaron cátedra, Aventuras de Superlópez, El Supergrupo y ¡Todos contra uno, uno contra todos! resultaron tres álbumes buenísimos. Los guiones de Pérez Navarro eran sólidos y eficaces, triunfó. Pero a Jan no le acababa de gustar eso, aún quería más, Pérez Navarro era un buen guionista y sentó las bases del personaje, pero parodiaba en gran medida el cómic superheroico, y eso es algo a lo que Jan nunca le ha interesado especialmente por lo que hubo una separación, Jan y Superlópez volarían solos. Y ahí empieza lo realmente bueno.
Nota- Los derechos del Supergrupo están en manos de Pérez Navarro y junto Sergi San Julián, que se encarga de hacer un dibujo clónico al de Jan (por la red corre alguna página que da fe de ello), están preparando un nuevo tebeo con el Capitán Hispania, Latas, etc… Sin Superlópez pero con todo lo demás. Habrá que echarle un ojo.
Por esa época Jan se metió en el personaje de Pulgarcito, haciendo un cómic más infantil pero también de grandísima calidad (aunque por falta de tiempo no pudo colorearlo y hubo de entregar su obra a los coloristas de Bruguera, snifff…). El resultado fue un gran cómic infantil que hemos podido recuperar recientemente gracias a RBA, aparte de recomendarlo es una muestra más de que en esa época Jan estaba tocado por una varita mágica llena de talento, haciendo tebeos estupendos. Triunfó con Superlópez porque era un personaje emergente y él mismo reconoce que apostó por él porque era aquel con el que tenía más opciones de éxito, pero podría haber hecho lo que quisiera.
Bueno, sigamos… Teníamos a un Jan dispuesto a hacer historias en solitario, y con un personaje emergente y consolidado. Era un gran momento, tenía la confianza de la editorial (aún sorprendida por que algo que no era ni los ZipiZape ni el Mortadelo se vendiera tan bien). Con ese cheque en blanco que es la confianza editorial se puso a guionizar álbumes de verdad. Jan hizo algo casi inaudito en los cómics humorísticos de Bruguera de la época, hizo historias completas con presentación, nudo y desenlace, con ánimo de continuidad, y lo petó.
Los que estábamos viviendo ese momento no podíamos creer lo que veíamos, era un tebeo español, reconociblemente español, con un personaje muy nuestro. Seguía el precepto Bruguera de… “El protagonista tiene que ser un desgraciado”. Y vaya si lo era… Superlópez era un “loser”, con un trabajo poco gratificante, un “loser” que se curte a base de bolsazos, de humillaciones laborales, y de enemigos que le crujen sin piedad alguna, pero vemos que hay diferencias… Tiene una casa, un empleo, unos amigos, había llegado la CONTINUIDAD a los tebeos Bruguera. Un lujazo. Es que mirabas el conjunto y estaba tan bien hecho como un álbum francés, y además era barato. Era la mezcla perfecta, “lo nuestro” que diría aquel, y por una vez “lo nuestro” era de puta madre. Eras un niño, tus padres te compraban ZipiZape, pero tú ya sabías que lo que querías era un Superlópez.
Y es que mientras Zipi Zape o Mortadelo se habían quedado en su propio microuniverso generado en la posguerra Superlópez te hablaba de la contaminación de Barcelona, de trabajadores desmotivados (eso de hacer pajaritas en la oficina), de la película de Conan, o de los OVNIs, de la incompetencia policial, los atascos… Era un cómic mucho más cercano, propio de nuestra época, cosa que con otros personajes no nos pasaba (me encanta Carpanta, pero cuando nació el personaje en España había hambre de verdad, leer Carpanta en los 80 era de todo menos cercano) .
Y ese fue el gran mérito de Jan dignificar la profesión y subir la calidad, eso mezclado con inspiración y talento. Sus historietas de los 80 y principios de los 90 son todo un referente. La gran superproducción es y será siempre un tebeo cojonudo, La caja de Pandora o Los cabecicubos (por decir tres títulos que me parecen especialmente destacables). Eran tan divertidos y eramos tantos los que lo leíamos que sus frases fueron incorporándose a nuestra forma de hablar, a los lectores del personaje seguro que le suenan frase cómo…
“Lárgame un cilindrín fotero”, “uncaféconlecheyuncroissant”, “¡esto es una birria!”, “a que te pego un bolsazo”, “eres un medianía”, “¿sabes qué es una Script-Girl?”, “la cuadratura al poder”, “No, al manicomio otra vez noooo!!!” A cualquier lector de Superlópez estas sentencias le suenan a música celestial, le suenan a pasarlo muy muy bien.
Desgraciadamente todo lo bueno se acaba, Jan entró en un bajón creativo del que no ha llegado a salir. No es que sea infame, sigue siendo digno porque ama este trabajo y es sumamente respetuoso con todo lo que hace, documentándose, investigando… Además por entrevistas se le ve ilusionado y contento con sus resultados, pero en mi opinión le falta ese genio, esa brillantez, ya no es el Superlópez de antaño. Pero su legado está ahí, historia viva de nuestro cómic. Y bueno… Al menos YO ya sé que es una script-girl.
- Biográfico
Mi padre sangra historia es una de las citas de este cómic. Y es un buen resumen.
Spiegelman a través de una serie de conversaciones con su padre se documenta para realizar el tebeo de una vida, retratando con fidelidad y sin compasión la segunda guerra mundial en la piel de su propio padre, un judío que junto a su esposa queda atrapado en ese periodo cargado de crueldad y sinsentido.
Para la historia el autor recorre a un recurso llamativo al principio pero del que te acabas olvidando rápidamente. Las diferentes etnias se retratan como animales, así los judíos son ratones, los alemanes son gatos, los americanos son perros o los polacos cerdos. Pero es una simplificación útil para el lector y no es para nada algo capital, no marca en absoluto la lectura ni su fluidez. Digamos que es un recurso sabio por la discreción con la que se usa ya que en ningún momento le quita un ápice de humanidad a la historia.
Y hablando de la historia… Quizás no es nada nuevo bajo el sol, ya conocemos todos lo chungo que fue el holocausto y patatim patatam… Es más, está en ese punto de lo sumamente trillado que incluso puede provocar cierto hastío, pero hay que probarlo, hay que leerlo. No podemos empequeñecer a Maus por obras posteriores como El pianista, La lista de Schlinder, La vida es bella, o El niño del pijama a rayas. Maus es un referente.
En mi caso, yo descubrí Maus en los 90, y creo que fue de los primeros cómics que leí encarado para un público adulto y tratándolo como tal, y claro, eso marca, para mí hubo un antes y un después de Maus.
Incidir también que Maus fue un tebeo que se llevó el Pulitzer, algo bastante sonado en su momento (la aceptación y el respeto hacia un medio como el cómic no era la de ahora, que tampoco es que vayamos sobrados pero algo se ha avanzado). Es a partir de Maus que se ha desarrollado el género del cómic biográfico y documental como bien haría Joe Sacco en el recomendable Palestina, en la Franja de Gaza, o Marjane Satrapi en Persépolis, aunque creo que el cómic documental aún podría dar mucho más de lo que ha dado hasta el momento.
Pero sigamos que tanto halago no es gratuito, Spiegelman nos regala varios niveles de lectura. Por un lado está su padre, el Vladek heroico y abnegado que lucha contra la adversidad durante el conflicto… Esa es la historia para la que nace Maus, para llevarnos en un viaje en el tiempo que nos traslada al horror nazi. Pero Spiegelman es sabio al hablarnos del otro Vladek, el Vladek del presente, anciano, avaro, irascible, difícil de tratar. Y a medida que avanza en la historia Art nos cuenta sus inquietudes de autor, con lo que acaba resultando muy interesante empatizar con un autor que a veces se encuentra superado por una situación personal, profesional y familiar confusa. Y lo que es mejor, lo hace sin sensiblería, sin compasión ni complacencia, emociona cuando es emocionante, horroriza cuando hay horror, pero siempre es directo y sincero, no hay trucos, es real.
Por algún motivo siempre he creído que este es un libro para recomendar/regalar a quien no sepa por donde empezar con esto de los tebeos (si ya ha llegado a cierta edad claro, no se lo regaléis a un niño que me lo traumatizáis).
Spiegelman es un gran narrador, eficaz, es sencillo sin caer en lo simple, su praxis es accesible pero muy inteligente, y eso lo hace sumamente atractivo para gente que no lee cómics habitualmente; resulta gratificante a distintos niveles de inquietudes por lo que cumple las expectativas. Es sorprendente lo accesible que es Spiegelman en Maus y lo brillantemente retorcido que puede ser en otras obras como por ejemplo Breakdowns, pero esa es otra historia que tendría que ver con si Spiegelman es un one hit wonder.
Volviendo a Maus, yo lo he prestado mucho y no conozco a nadie que haya dicho… “Pues no, no me ha gustado” (curiosamente a las pocas horas de escribir estas palabras conocí a alguien que dijo “pues no, no me ha gustado”, manda cojones… resignación).
Y para dar una conclusión… La historia es horrible, sí, pero el cómic es genial.
- Underground
Daniel Clowes es uno de los gurús de la escena underground adulta del cómic norteamericano (joder, siempre he querido decir una frase así, a poder ser mientras me graba una cámara que se balancea y con música new age de fondo, algo del rollo de Silenci o Nosolomúsica). Podría citar muchas obras suyas pero Ghost World es mi favorita (y eso que antes vi la destacable película con Steve Buscemi, Thora Birch y una aún desconocida Scarlett Johanson, una muy buena peli por cierto, sin pretensiones pero respetuosa con el original).
En realidad hablar de Ghost World en concreto tampoco es lo más importante, me consta que otros tienen devoción por otras obras del mismo autor (ahora mismo recuerdo que Tur se decanta por David Boring o Ice Haven). En el fondo que prefieras uno u otro de sus cómics es algo muy personal, y Clowes tiene la gran ventaja de que aunque es un autor con marcado estilo y sumamente consistente no se conforma con contarte siempre una misma historia, y para rematarlo está llegando a una madurez en su planteamiento gráfico que hace que sus cómics más recientes sean algo más atractivos en términos formales. Pero yo sigo enamorado de Ghost World.
En Ghost World las protagonistas son dos amigas que acaban de terminar su paso por la High School y se encuentran en el vacío de no saber que hacer con su vida, con su día a día. Es una forma de no contar nada, de centrarse en una extraña y aburrida rutina, pero ahí radican sus virtudes, en saber como no contar nada, porque Clowes no se centra en lo más socorrido en este tipo de historias, no necesita que pasen cosas para ser interesante, es minucioso desvelando detalles que para otros autores son invisibles. Es capaz de retratar esa desazón adolescente, su desmotivación, puedes palpar la pasión en una conversación absolutamente banal, o disfrutar de lo fantástico que puede ser dejar pasar un verano sin hacer nada, como una bomba de relojería hormonada apunto de estallar pero que no encuentra nada que realmente le motive para hacerlo. Y eso lo hace trufándolo con detalles de nuestra sociedad, nuestros medios de comunicación, Clowes tiene el ojo y la honradez para apreciar y luego narrar todo aquello en lo que muchos otros no ponemos atención (de puro asumido) o que no nos atrevemos a contar (por simple pudor). La selección de elementos destacados en sus historias es uno de sus principales aciertos, no le importa realmente mucho si la luz es así o asán, le importa retratar las cosas que forman nuestra vida a partir de una selección entre lo esencial y lo superfluo; y es tan sincero y certero que a veces resulta desagradable, pero joder, es que somos así.
Quizás, siguiendo con Clowes, no me atrevería a aconsejar sus primeras historias en Bola Ocho a no ser que seas un absoluto incondicional del mismo (quien lo haya leído entenderá muy bien a que me refiero), Bola Ocho es para el sector más duro de lectores del de Chicago. Y cuando digo duro, quiero decir un sector muy muy duro, porque leer a Clowes es incómodo, retrata con crueldad nuestras miserias, nuestra perversa cotidaneidad, pero lo hace con tanta puntería que nos compensa el sufrimiento con su calidad y clarividencia. Ya puede estar explicando lo más raro del mundo que en sus viñetas resulta plausible. Pero leer a Clowes no te hace feliz, eso hay que asumirlo.
Lo dicho, muy recomendable y una buena gafapastada. Acepto que no es de interés para todos, acepto que haya gente que lo tilde de soso, pero si os atrevéis… A mí me encanta.
Y hasta aquí la entrega de hoy… La segunda (the second!!!), la semana que viene si tengo tiempo vendrá la tercera (the third!!!), digo lo de si tengo tiempo porque esto cuesta lo suyo de escribir y de montar… Tela telilla, como se me ha ido la mano con Superlópez…
Saludetes